De vez en cuando, aparece una de esas joyitas en el panorama del cómic americano independiente. Llegan sin hacer mucho ruido y a veces pueden pasar desapercibidas en nuestro radar, inmersos siempre en la vorágine de licencias y novedades que no dan tregua. Sin embargo, en este caso, y gracias a las eficaces campañas publicitarias de la editorial Moztros, quienes se encargan de traernos esta obra, Coda ha entrado pisando fuerte. ¿Que aún no la conocéis? ¡Eso hay que remediarlo!

Pero primero, dejad que os ponga en contexto de lo que os voy a hablar. Allá por 1977 hubo un visionario de la animación que decidió romper con lo establecido y lanzar su primer largometraje de fantasía llamado Wizards. Una película de «dibujitos» como lo pudieran llamar en su época que presentaba un mundo postapocalíptico donde una explosión nuclear lo había mandado todo a freír espárragos. Dos millones de años después, los humanos supervivientes han acabado convertidos en mutantes y son las razas originales de los orcos, elfos y enanos los que deambulan por el planeta. Este visionario fue Ralph Bakshi y de él hemos hablado más de una vez en La Estación de Nieblas.
¿Y a santo de qué traigo al bueno de Bakshi a colación? Pues porque es obvio que en algún momento de su vida, Simon Spurrier debió ver este film de animación ya que Coda se asienta sobre unas bases muy parecidas. Además, a Spurrier ya lo conocemos por estos lares gracias a su obra La Aguja, donde ya nos introdujo en una suerte de mundo que giraba en torno a seres mutantes, fantasía y una sociedad regida por la tiranía.
En el mundo de Coda se nos habla de un cataclismo que ocurre en un pasado menos lejano que aquel que se nos presentaba en la película de Bakshi, donde el uso indiscriminado de la magia acabó mal. Muy mal. Antes, todo eran armaduras brillantes, corceles blancos, mágicos ylfos y demás parafernalia. Ahora sólo queda un erial desolado, y la gente que tiene suerte, por llamarlo así, se ve forzada a vivir en asentamientos liderados por el caudillo o conde autoproclamado de turno. Ya no hay magia.

Sólo queda un resquicio de lo que antaño parece ser que desprendía algún tipo de magia que no fuera la propia raza de los ylfos: un mejunje llamado «arkken». Este puede ser usado en uno mismo o en criaturas y puede dar un poderoso impulso a quien lo consuma durante un tiempo limitado. De gran valor y codiciado por muchos, este arkken se ha convertido en una poderosa moneda de intercambio.
En este mundo tan poco alentador, Hum, nuestro protagonista – no vamos a llamarlo héroe porque claramente es más un antihéroe que otra cosa – es un bardo retirado que en sus días sería el alma de la fiesta pero ahora se ha convertido en un ser igual de lúgubre que el mundo que habita. Parco en palabras – de ahí su nombre -, esquivo, malhumorado y traicionero, deambula por este mundo junto a su unicornio mutante – o mejor dicho, pentacornio – de peor leche que el jinete, en busca de su amada.

Al parecer, su querida Serka ha sido raptada por una tribu de urken – que es así como se refieren en este mundo a los orcos de toda la vida – y es todo lo contrario a Hum, tal y como nos cuenta él mismo a lo largo de los primeros capítulos del cómic. Un ser lleno de luz que sabe cómo tratar con todo el mundo y tomar siempre la decisión correcta sin herir a nadie. Todo lo contrario al bardo.
Viviremos aventuras junto a Hum y su pentacornio, recorriendo llanuras devastadas con cadáveres parlantes de dragones, ciudadelas donde aún algunos juegan a ser caballeros de brillante armadura a la vez que veremos como el protagonista, gracias a su astucia y no a su pericia, y sobre todo, gracias a su fiero pentacornio, se abre paso en un mundo que es totalmente hostil y donde él sabe que tendrá que mentir, aprovecharse de los demás, robar, y en definitiva, mirar por sí mismo. El individualismo como bandera y la supervivencia como forma de vida.

En cuanto al arte, decir que la elección de compañero creativo no ha podido ser mejor. Matías Bergara aquí está que se sale. El uruguayo concede a la historia un toquecito reminiscente de Bakshi que a su vez también recuerda a los cómics de Daniel Warren Johnson, como en aquel Extremity. Aunque os estéis haciendo la idea de un mundo oscuro y desolado por lo anteriormente mencionado, hay que destacar que las viñetas rebosan color por los cuatro costados en un ejercicio visual absolutamente portentoso. Junto con el guión, dota a la obra de un ritmo frenético sin un segundo para el descanso, pero sí para pararse, si se puede, a admirar todos los detalles que nos esconde en cada panel.

Para cuando leáis estas líneas ya estará disponible el segundo tomo, y creedme, merece mucho la pena meterse en esta obra. Diversión asegurada, personajes que conectan con el lector y que producen sensaciones encontradas, un narrador omnisciente que juega con nosotros y nos conduce en más de una ocasión al engaño, criaturas fantásticas de todo tipo y un sin fin de sorpresas que os dejamos que descubráis por vosotros mismos en una colección que está contenida en sólo tres tomos recopilatorios. Si alguna vez vais a hacerme caso, que sea ahora. No os vais a arrepentir.
Y por cerrar esta reseña, no se me puede pasar comentar que una vez más, Moztros nos trae una edición cuidada en tapa dura a un precio más que ajustado en los tiempos que corren. Así que guardaros esos eurillos y haced una buena inversión con este título del americano independiente. I have spoken.
El cómic es una maravilla, pero decir que tiene un precio más que ajustado parece una tomadura de pelo. Tomos de poco más de 100 páginas por 19-20 euros, alucinante. Nos tomáis por imbéciles…