Es indiscutible que desde su salida en 2019 en EEUU – y posterior edición en nuestro país en 2021 -, el mundo de Hay Algo Matando Niños ideado por el tándem creativo de James Tynion IV y Werther Dell’Edera no ha hecho más que crecer. Y en el mundo del cómic independiente este hecho no es baladí. Significa que el engranaje está bien engrasado y que a la locomotora le quedan kilómetros por delante.
Gozando de buena salud, y con el número 29 estrenándose en EEUU para cuando estéis leyendo estas líneas, el llamado “Slaughterverse” no hace más que expandirse, y lo hace en nuestro país con este primer spin-off, La Casa Slaughter.

Los creadores de la serie original tutelan y dirigen a Tate Brombal (guionista) y Chris Shehan (dibujante) para que ahonden en este oscuro universo donde los monstruos escapan de las pesadillas y acaban con la vida de las pobres almas que se encuentren a su paso. Al primero lo conocemos por sus andanzas en el mundo de Black Hammer, curiosamente en uno de sus spin-offs también, con aquella historieta de Barbalien. El segundo es el encargado de los lápices en una obra que ya hemos mencionado en el podcast y cuyo lanzamiento se anunció hace poco para nuestro país, Otoñal. Pese a no encontrarse en el Olimpo de las celebrities del noveno arte, llevan a cabo la peliaguda tarea de tratar con mimo el producto que otros han creado, mientras son supervisados por los mismos.

En cuanto a La Casa Slaughter, es necesario empezar mencionando la necesidad de leer la obra principal para no acabar irremediablemente perdido. Aunque la idea de Brombal es crear una historia autoconclusiva, esta no deja de pertenecer a un proyecto más grande aún, que la absorbe y que le da razón de ser. De hecho, la obra cobra mayor relevancia si es leída justo después del cuarto tomo de la cabecera principal, donde a través de unos flashbacks se nos narra el pasado de Erica, protagonista de Hay Algo Matando Niños, donde ya se desarrolla más el lore del universo. Además, el protagonista de este spin-off, ya se introduce en el segundo tomo de la historia principal y en el relato que nos ocupa se realizarán ligeras referencias a los hechos del hilo principal. Para que os hagáis una idea, algo así como esas referencias que nos aparecen en las obras de Marvel y DC, pero afortunadamente sin esas cajetillas donde se nos remite a números pasados.

Como mencionaba antes, La Casa Slaughter nos pondrá tras los pasos de Aaron Slaughter, miembro de los pañuelos negros, y se nos narrarán los eventos en dos líneas temporales distintas con una diferencia de quince años entre sí. De este modo, seremos testigos de los primeros días de Aaron como aprendiz, de cómo se gana su pañuelo, de su relación con el resto de la casa y en especial las rencillas y piques con los pañuelos blanco. Pero si en algo va a profundizar este tomo es en su relación con otro personaje secundario, expresamente creado para esta historia, que aparece de entre las cenizas de la antigua casa Boucher para poner patas arriba del bueno de Aaron. Y es que Jace, como se llama dicho personaje, es el último descendiente de un linaje de cazadores perteneciente a una casa distinta – o ramificación de la Orden de San Jorge, como se da a entender – la cual fue erradicada y cuya desaparición supone un misterio tanto para el lector como para Aaron.
Con esta fuerte premisa, el tomo podría haberse centrado en lo que venía pidiendo a gritos y que hubiera ido muy en la línea de la trama principal: una historia oscura, de venganza y redención en la que la búsqueda de la verdad y de las raíces hubieran puesto un broche de oro a un relato correcto. Pero en lugar de ello, se ha optado por ofrecernos un romance entre Aaron y Jace, donde el peso narrativo se apoya más en lo prohibido de su relación más que en asuntos que, a mi parecer, hubiesen sido infinitamente más interesantes y atractivos.

Tenemos pruebas de iniciación, maníacos cazadores de monstruos que son peores que las bestias a las que intentan dar caza, un jefe de familia – el célebre Dragón que tan mala espina da en Hay Algo Matando Niños – que parece estar detrás de la desaparición de la Casa de Bouchier y otra decena de detalles que quedan en el aire que hubiesen captado la atención del lector y hubieran estado más en sintonía con el producto madre. Pero no.
Al final, se opta por usar ambas líneas temporales, separadas por esos quince años, para contarnos cómo Aaron es enviado a dar caza a Jace en contra de sus sentimientos por este y narrarnos el origen de su romance. Una lástima. Este romance imposible entre dos miembros de casas distintas – muy a lo Romeo y Julieta – eclipsará el peso de la historia tan oscura e interesante que queda relevada a ese segundo plano. Incluso el motivo por el cual Jace es perseguido por la Casa Slaughter que se nos revela en los últimos números del volumen con un momentazo épico no es capaz de quitar ese sabor amargo de lo que pudo ser y no fue.
En cuanto al dibujo, queda claro que Shehan se ha arrimado bastante al estilo de Dell’Edera, sin llegar a su nivel y calidad, pero plasmando ese estilo oscuro que tanto representa a la obra. Con esta continuidad en los diseños, cabe destacar que el color sigue a cargo de Miqel Muerto, colorista de la cabecera principal, y que unifica de manera magistral este spin-off con el resto. Gracias a esto, el cambio de dibujante no afectará a los lectores asiduos, sirviendo de colchón de impacto para los que tan embelesados estamos con Hay Algo Matando Niños.

Si bien La Casa Slaughter no se centrará en la figura de Aaron e iremos acompañando a otros miembros de la orden en cada entrega, este primer volumen deja un sabor más agrio que dulce. Habrá que seguir la pista no sólo de esta cabecera, sino además de los spin-offs que seguramente seguirán llegando a nuestro país, como Book of Slaughter, que nos pondrá tras los pasos de uno de los miembros de los pañuelos blancos. Y, por si fuera poco, estamos a la espera del live action que estrenará Netflix – sobre el cual, sinceramente, no recaen ninguna de mis esperanzas – pero eso es ya otro cantar…
Lo que es cierto es que tenemos Slaughterverse para rato.