Cuando generalmente hablamos de manga, la gente menos versada tiende a imaginarse el mismo tipo de manga genérico, shonen y fantástico que ha proliferado nuestras librerías. Esa imagen cada vez se va diluyendo más y más al ser el lector, cada vez más, conocedor de la vasta variedad de géneros que comprende el término previamente mencionado.

Esta obra que nos ocupa hoy, Sunny, vendría a ser una de esas obras que se alejan de esa imagen preestablecida y nos mete en una obra adulta pero apelando a un sentimiento más infantil.
Serializada originalmente en Monthly Ikki (Shogakukan) entre 2010 y 2015, esta obra nos llegó a España hace unos años en una edición en formato A5 (el tamaño de una kanzenban) en 6 volúmenes. Ahora, nos ha llegado una reedición en un único volumen de 1300 páginas, formato flexibook con sobrecubiertas a un precio de 60€.
Lo primero, tenemos que empezar hablando de su autor, Taiyou Matsumoto, conocido en nuestro país por obras tan dispares como Ping Pong, GoGo Monster, Primavera Azul, Los Gatos del Louvre, y, por supuesto, Tekkon kinkreet, editadas todas las mencionadas por ECC. Hablamos de un autor atípico donde los haya, tanto por su estilo de dibujo como por su ambientación más intimista. Asimismo, se puede hablar de su más que notable influencia europea, ya que artistas de la talla de Moebius o Enki Bilal por citar unos pocos, se mencionan cada vez que se menciona al autor nipón.
Esta obra que nos ocupa ha sido nominada en el Festival Internacional de Angoulême y en los Premios Harvey, y por otra
parte, ganadora del premio Shogakukan al mejor manga del año y del Cartoonist Studio Prize a la mejor novela gráfica. Tras esta avalancha de buenas críticas, premios y nominaciones, es obvio que no estamos ante una obra cualquiera.

Sunny trata del día a día de unos niños en una casa de acogida llamada «la casa de los niños de las estrellas», en la que hay una gran diversidad de personajes y cada uno con una situación diferente. Algunos son huérfanos directamente y por otro lado otros están de manera «temporal», ya sea porque su familia está en situación precaria por culpa de las deudas, enfermedades u otras razones.
En este plantel se nos presenta por un lado a los adultos que cuidan de estos niños: El anciano dueño, su nieto Makio, Mitsuko y Adachi que son los monitores que ayudan en la casa. Y por otro lado los niños: Haruo (también llamado white por su pelo), la huerfana Megumu, Kenji y Asako, Kiiko, Taro (un muchacho con algún tipo de discapacidad que solo canta) y, finalmente, el último en unirse a este variopinto grupo es Sei, un chico callado recién llegado de la capital y que se dice que es el mismo Matsumoto, ya que el mismo pasó parte de su infancia en uno de estos centros por lo que se puede decir que estamos ante una obra de tintes semi autobiograficos.
Por ultimo pero no menos importante, tenemos a lo que le da título a la obra: un Nissan Sunny 1200, un coche abandonado que los niños usan como su refugio particular. El Sunny no es un personaje, pero es donde los niños despliegan toda su imaginación anhelos y fantasías. Vendría a ser ese momento de liberación en el que se olvidan de los malos momentos que les rodean y de sus situaciones adversas. Unos lo usan como refugio, otros como escondite (de revistas para adultos principalmente) y en resumen, para huir de la realidad.

El dibujo y la historia es de esas que no te dejan indiferente. Taiyou se sale de la norma y hace usos de planos silenciosos que le dotan a la historia un ambiente más intimista, lejos de toda la locura, acción y desenfreno que podemos encontrar en Tekkon Kinkreet o Ping Pong el ritmo aquí es pausado y centrado en la vida de estos muchachos, que no dejan de ser una gran familia.
Esta Sunny me trae a la memoria la historia Paracuellos de Carlos Gimenez, pero sin la crudeza ni el mal cuerpo que te deja esta ultima
Si tengo que buscarle algo malo a esta obra, es sobre la presente edición que te ofrece a modo de atracón algo que como los buenos vinos, debe consumirse a sorbitos para ser disfrutado como dios manda.
En resumen, estamos ante una obra muy tierna, simpática y poética. Llena de simbolismo e inocencia que se hará un huequecito en el corazón del lector. Muy recomendable.