Si hay algo que fascina al ser humano desde tiempos primigenios, eso es el relato de historias y cuentos. Conocimiento que se traspasa por la tradición oral y que esconde, entre fantasías y adornos, las conclusiones y descubrimientos recopilados por un pueblo a lo largo de la historia.

Sin duda, uno de los grandes engranajes del cuento en nuestra infancia fue Disney, con sus historias populares de princesas y héroes, villanos y criaturas del otro mundo. Pero hubo quienes se atrevieron a dar una visión más oscura del cuento como Henson en Dentro del Laberinto o con Cristal Oscuro. De este modo, se transmitían con igual eficacia dichos mensajes pero creando una atmósfera más oscura y opresiva, jugando con la inocencia del cuento para tambalear los cimientos de lo que creíamos conocer.

Y este es un campo en el que Hubert Boulard se sabe mover. El guionista, que nos dejó en 2020 a la edad de 49 años, ya había tratado la fórmula de cuento aparentemente infantil previamente con Belleza, editado por Astiberri, donde una joven conocida por su fealdad pide un deseo y es transformada en prácticamente la mujer más bella del reino. Esto, que a priori puede parecer una bendición, hará que se desaten pasiones y guerras por su culpa. Así pues, se nos muestra a través del cuento y la fábula, el verdadero rostro de la condición humana.

En Tenebrosa, el guionista francés vuelve a llevarnos a un mundo de fantasía donde un caballero en desgracia llamado Arzhur se encuentra con tres ancianas que le encomiendan la tarea de rescatar a la típica princesa en apuros de un castillo rodeado de bestias para devolverla con su madre. Deseoso por cobrar un botín, el guerrero da con la damisela y acaba con las bestias para darse cuenta de que la joven no deseaba ser rescatada y que lo último que quiere es volver al lado de su madre. Puesta en peligro sin la protección de sus criaturas, la joven pide ser llevada con su padre, monarca de un reino, y desde ahí irá desarrollándose una aventura donde el claro mensaje es, que nada es lo que parece y que las apariencias siempre engañan.

Si bien esta historia es más simple y con menos pretensiones que ese Belleza que mencionaba antes o que los Ogros Dioses – gran obra de Hubert que ECC dejó sin cerrar – es una historia que se deja leer y que ofrece un buen rato, pero donde el autor galo no profundiza tanto.
En cuanto al dibujo, los lápices corren a cargo de Vincent Maillé, a quien conocemos por su trabajo en El Gran Muerto (obra que cuenta con dos volúmenes, el primero de 2012 y el segundo de 2019, a la espera de que se publique el tercero en mayo de este año). De trazo cartoonesco pero de claro corte europeo, su dibujo es bonito y suave. Las viñetas están diseñadas con cariño y los paisajes, tanto naturales como las ciudades, agasajan a los personajes con todos sus detalles. Esto hace que resalte aún más esa idea que comentábamos antes sobre el contraste entre la inocencia aparente y el lado más oscuro que se nos quiere transmitir.

Todo esto viene recogido en una edición espectacular, un cartoné en gran formato europeo con una portada que nos muestra a la protagonista rodeada de ratas en una pose de tranquilidad y placidez – lo cual, ya te va diciendo que aquí no todo es lo que parece. El papel mate usado es de gran calidad, lo que le sienta de fábula al dibujo y color, y además la edición no se anda con rodeos y nos incluye como extras tres o cuatro portadas o dibujos a gran tamaño donde podemos admirar aún más si cabe la calidad del trazo de Maille.

Una obra que no dejará un profundo calado pero que no por ello no se va a disfrutar. Puede que cojee de ese toque que le daba Hubert a otras obras y que Tenebrosa acabe olvidándose más pronto que tarde, pero es un punto de partida estupendo para conocer a este autor así como para iniciarse en el cómic europeo. Muy accesible y disfrutable tanto para el público más neófito como para también el experimentado que quiera algo más ligero.